La exuberancia de flores, frutos, árboles y fauna, lleva el Macuiltépec en un paisaje envidiable y la visión mágica de un paraíso. Sabe que hace mucho tiempo antes de la llegada de los españoles, había una laguna en los bosques del cerro. Ahí vivía una tribu teochichimeca, a la que pertenecía una doncella, enamorada del lugar. Solía dar largos y fascinantes paseos entre las numerosas veredas. La cautivaban los sitios frondosos, embellecidos por el color y el perfume de las Flores.
La felicidad de la joven terminó pronto con la primera invasión que ya los mexicas para conquistar la región de Xallapan. El pueblo teochichimeca como se vio obligado a retirarse buscar otros lugares para levantar nuevamente sus caseríos. La única que no quiso abandonar el cerro y escapó hasta los más reconocidos del monte, fue Xallac, a quien su raza le consideraba como la joya más presión entre los habitantes, por su belleza y sabiduría de plantas y animales, a los que llamaba profundamente.
El pueblo, al conocer su ausencia, la buscó por todos lados sin poder encontrarla y los mayores decidieron irse sin ella, abrumados a raíz de los constantes ataques del enemigo.
La joven en un principio vivió aterrada en la soledad de los escondites, sin embargo, su temor se apaciguó por ser amiga de los animales y convivir con ellos, hasta con los más feroces. Aunque su desafiante actitud al comienzo le sirvió para resistir su gran nostalgia, una tristeza se apoderó de Xallac y no pasaba día que no dejara de llorar.
Ya nunca más se supo de ella y hasta hoy, los que decoran esta historia creen que se deshizo en su propio llanto, del que brotarían los manantiales de esta ciudad.
Fuente: ‘Historias, cuentos y leyendas de Xalapa’ 3ra Edición 2011