Tristemente el local de Tamales y Atoles cerró sus puertas este 2018, pero por años fue un lugar de tradición de nuestra ciudad.
Todo comenzó en 1972, cuando la señora Adelina Faranoni Mortera comenzó a hacer tamales para sostener a su familia, que estaba conformada por esposo y cuatro hijos, luego de llegar a Acayucan tras emigrar de Italia.
Vendía en una ollita en la calle, no había loca, y comenzó vendiendo dos o tres tipos de tamales a la gente que pasaba.
La ollita fue creciendo a uno, dos, y luego, dos locales, en Úrsulo Galván, a un costado de la iglesia de Santiaguito.
La razón por la que cerró, según dijeron los encargados, fue porque que no había quién viera por el negocio; no fue la economía ni el aumento de la competencia de venta de tamales, pues aseguran que tienen estilos únicos que justificaban sus altos costos.
De los tamales más populares eran el de elote con carne de puerco seguidos por los rancheros de pollo y de puerco. También eran un éxito los de dulce, sobre todo el de sabor fresa.
Aseguran que era un producto que se diferenciaba de la competencia pues ofrecían el servicio como restaurante y muchos son los tamales de la calle o el puestecito.
Sin duda la elaboración de tamales no es cosa fácil, siempre buscaron calidad, y aunque reconocen que tal vez algunos clientes decían que eran caros, para ellos la realidad es que ofrecían calidad y eso los diferenciaba.
El clima frío y nublado de la ciudad favorece el antojo de los tamales y atoles… ¿ustedes los probaron?, ¿cuál era su sabor favorito?
Fotos: Facebook «Tamales y Atoles»