Llegaron a la dirección indicada y la clienta le dijo que la esperara, asegurando que no tardaría. Pasando un buen rato, la mujer salió ya más tranquila, se subió al coche y amable le solicitó al conductor que la dejara en el mismo sitio donde la había levantado. Cuando la pasajera quiso saber el costo de las carreras y el taxista respondió el precio, ella le explicó que en ese momento no tenía dinero, pero que la mañana siguiente pasara por su casa para que el esposo pagara os viajes. El chofer accedió, la señora le entregó una tarjeta con el domicilio apuntado y se despidieron.Al otro día, el dueño del taxi se presentó a cobrar sus servicios en la calle y número anotados. Tocó la puerta y salió un señor que resultó ser el marido de la misteriosa dama de la noche anterior. Cuando el conductor informó los motivos de su visita, el esposo no se sorprendió y le reveló con tristeza en la mirada que no era el primer taxista que iba a verlo por la misma causa, ya que su señora recurría a ellos para buscar ayuda. Terminó confiándole que la esposa había muerto varios años atrás, de una pulmonía fulminante, en la casa materna de la calle Altamirano y en un frío mes de diciembre. Por eso, la pobre no dejaba de penar ni de molestar a los choferes de taxis.
Leyenda: La Mujer de los Taxis
Aquella noche de espesa niebla y mucho frío decembrinos, un chofer de taxi andaba ruleteando en busca de pasajeros entre los escasos transeúntes. Primero recogió a un hombre que iba de la colonia El Tejar, a la salida a Veracruz por la Av. 20 de Noviembre. De vuelta, le hizo la parada una señora cerca del Panteón Palo Verde. La mujer estaba vestida de negro, y como muy preocupada le pidió que la llevara a la calle Altamirano. El conductor, al verla tan afligida, le preguntó por qué viajaba sola a esas horas, agregando que el aumento de frío a la madrugada podría hacer daño a alguien desabrigado. Secamente, ella se limitó a contestar que se había entretenido platicando con algunas amistades hasta tarde.