Hace muchos años vivía una viejita en el callejón de Rojano, todas las mañanas acostumbraba ir a misa de Catedral a las siete, acompañada de su perro. Mientras ella estaba en la iglesia, el animal, fiel a su ama, esperaba en la puerta a que ésta saliera para regresar juntos.
Un día, los vecinos habllaron a la anciana sin vida en una esquina, y a su lado el noble guardián. Aseguran que la mataron para robarle un valioso collar de perlas. Los ladrones – dice la gente – eran unos ensarapados, que huyeron heridos por las mordeduras del perro.
Después del sepelio, el animal acudió a su tumba durante mucho tiempo, y allí se quedaba echado sin comer ni beber, incluso cuando alguien le arrojaba algún mendrugo. Regresaba al callejón de Rojano por las noches y comenzaba a aullar sin cesar. Los vecinos perturbados en su sueño por los lastimeros aullidos, le tiraban piedras y palos para que se callara, sin lograrlo. Además se volvió muy peligroso al atacar a las personas que transitaban por ahí vestidas con jorongo o cubiertas con sarapes.
Por lo mismo, dos indignados hombres lo mataron a cadenazos pensando que así el callejón se libraría del molesto perro. Sin embargo, la gente nunca pudo deshacerse de la presencia del animal, que aparecía en la calle arrastrando las cadenas con que lo mataron.
Bibliografía: Espejo, A. (2011). Historias, cuentos y leyendas de Xalapa. 3rd ed. Xalapa, Ver., Mex.: H. Ayuntamiento de Xalapa, Ver., pp.137, 138.